ABORTO - CONSECUENCIAS PSICOLOGICAS
Las consecuencias emocionales del aborto inducido
Los estudios de investigación indican que las respuestas emocionales al aborto inducido en forma legal son ampliamente positivas. También indican que los problemas emocionales ocasionados por el aborto son poco comunes y menos frecuentes que los problemas que genera el parto (Adler, 1989; Kero et al., 2004).
No obstante, los activistas en contra de la planificación familiar, hacen circular la falsa afirmación de que la mayoría del 29% de las mujeres norteamericanas embarazadas que decidieron interrumpir su embarazo (Henshaw & Van Vort, 1990) sufrieron traumas emocionales graves y duraderos. A este fenómeno inexistente lo llamaron "trauma postaborto" o "síndrome postaborto". La idea es que este tipo de términos se incorporen al vocabulario común de la gente y de este modo ganen credibilidad a pesar de que ni la Asociación Norteamericana de Psicólogos ni la Asociación Norteamericana de Psiquiatras (APA, por sus siglas en inglés) reconocen la existencia de este fenómeno.
La realidad es que la mayoría de los estudios que se han hecho en los últimos 25 años han demostrado que el aborto es un procedimiento relativamente benigno en cuanto a las consecuencias emocionales — excepto cuando existen problemas emocionales anteriores al aborto o cuando se interrumpe un embarazo deseado, por ejemplo después de realizar un análisis genético con fines de diagnóstico (Adler, 1989; Adler et al., 1990; Russo & Denious, 2001). Sin embargo, la gran cantidad de estudios que se han hecho acerca de las consecuencias emocionales del aborto no miden precisamente las mismas variables según la cultura, la época, los factores demográficos o la situación socioeconómica y psicológica de las mujeres que recurren al aborto. Dado que los resultados de estos estudios no pueden ser combinados o "promediados", los datos que se exponen a continuación son, en general, las conclusiones de la gran mayoría de los más de 35 estudios mundiales que han evaluado las consecuencias emocionales del aborto a partir de su legalización en los Estados Unidos en 1973.
El aborto como mecanismo positivo de defensa
• Para la mayoría de las mujeres que han tenido un aborto, el procedimiento significó una experiencia de maduración, una forma eficaz de hacerle frente a una situación de crisis personal (DeVeber et al., 1991; Kero et al., 2004; Lazarus, 1985; Russo & Zierk, 1992; Zabin et al., 1989). De hecho, la respuesta emocional más notoria de la mayoría de las mujeres a los abortos realizados durante el primer trimestre de embarazo es la sensación de alivio (Adler et al., 1990; Armsworth, 1991; Kero et al., 2004; Lazarus, 1985; Miller, 1996).
• Hasta el 98% de las mujeres que han tenido un aborto se sienten bien y sin remordimientos y tomarían la misma decisión si se encontraran en circunstancias similares (Dagg, 1991).
• Más del 70% de las mujeres que se han hecho un aborto expresan su deseo de tener hijos en el futuro (Torres & Forrest, 1988). No existe ninguna evidencia que demuestre que las mujeres que han recurrido al aborto tienen menos aptitud para ser buenas madres o para darles afecto a sus hijos (Bradley, 1984).
• Las mujeres que han tenido un solo aborto no sufren efectos psicológicos adversos. De hecho, como grupo, tienen mayor autoestima, se valoran más y se sienten competentes, y al mismo tiempo tienen menos sentimiento de fracaso que las mujeres que no tuvieron ningún aborto o que han tenido varios abortos (Russo & Zierk, 1992; Zabin et al., 1989). Un estudio reciente de dos años de duración acerca de los efectos psicológicos del aborto confirmó que la mayoría de las mujeres no experimentan problemas psicológicos o remordimientos dos años después del aborto (Major et al., 2000).
• Un estudio realizado a un grupo de adolescentes que se realizaron pruebas de embarazo en una de las dos clínicas de Baltimore determinó que las jóvenes que decidieron recurrir al aborto mostraron una mayor tendencia a terminar la escuela secundaria a la edad esperada, que aquellas en igual condición socioeconómica que mantuvieron su embarazo o que no estaban embarazadas. Además no exhibieron mayores niveles de estrés que las otras jóvenes al momento del embarazo y del aborto ni mayor cantidad de problemas psicológicos dos años después del aborto (Zabin et al., 1989).
• La relación entre el aborto y el bienestar puede ser en parte una consecuencia del rol del aborto en el control de la fertilidad y su relación con los recursos para afrontar estas situaciones (Russo & Dabul, 1997; Russo & Zierk, 1992).
Síntomas de depresión y ansiedad postoperatoria relativa al aborto
• En menos del 20% de las mujeres que recurren al aborto, inmediatamente después de la operación se presentan síntomas depresivos postaborto leves y pasajeros que desaparecen rápidamente (Adler et al., 1990; Zabin et al., 1989). En el 70% de las mujeres que tienen hijos se presentan síntomas similares inmediatamente después del parto (Ziporyn, 1984).
• Hasta el 10% de las mujeres que tienen un aborto experimentan síntomas depresivos de naturaleza prolongada (Adler, 1989). Hasta el 10% de las mujeres que tienen hijos experimentan síntomas similares después del parto (Sachdev, 1993; Ziporyn, 1984; Zolese & Blacker, 1992).
• La experiencia de tener un embarazo no deseado, más que el aborto en sí mismo, puede acarrear sentimiento de culpa o depresión (Adler, et al., 1990; Zolese & Blacker, 1992).
• Enfermedades psiquiátricas preexistentes —depresión y psicosis —con frecuencia predicen dificultades de salud mental después de un embarazo, independientemente del resultado del embarazo (Gilchrist et al., 1995; Schmiege & Russo, 2005; Zabin et al., 1989; Zolese & Blacker, 1992). Los estudios indican que entre las mujeres sin condiciones psiquiátricas preexistentes, aquellas que dieron a luz tenían mayores probabilidades de tener un episodio psicótico que las mujeres que se habían hecho un aborto (Gilchrist et al., 1995).
• Si bien no se puede generalizar, un estudio japonés indicó que una opinión personal y cultural negativa sobre el aborto era el mayor determinante de ansiedad postparto (Kishida, 2001).
• Los estudios que han llegado a la conclusión de que terminar un embarazo produce un mayor riesgo de ansiedad y depresión, por lo general tienen fallas de metodología. Con frecuencia, las personas que analizan tienen un riesgo más alto de ansiedad y depresión antes del procedimiento de aborto — ya sea debido a factores culturales o personales (Broen et al., 2005; Fergusson et al., 2006; Gissler et al., 1996; Gissler et al., 2005; Reardon et al., 2004).
Por ejemplo,
o un estudio de jóvenes neozelandesas sugiere que el aborto conlleva un mayor riesgo de numerosos problemas relacionados con la salud mental, incluyendo ansiedad y depresión. No obstante, los investigadores admiten no haber preguntado a las participantes en la encuesta si tenían problemas psiquiátricos previos, y complicando aún más el estudio admiten que las mujeres deben en primer lugar alegar tener un trastorno psiquiátrico o enfermedad física en Nueva Zelanda para hacerse un aborto (Fergusson et al., 2006).
o Un estudio noruego sugiere que si bien las mujeres que sufren un aborto espontáneo corren un riesgo mayor de problemas de salud mental a corto plazo, las mujeres que eligen terminar su embarazo corren un riesgo mayor de problemas de salud mental a largo plazo, como por ejemplo, ansiedad y culpabilidad. Sin embargo, el estudio no muestra si hacerse un aborto hizo que las mujeres estuvieran más ansiosas o si las mujeres que se hicieron un aborto ya eran más ansiosas, tenían mayores problemas psiquiátricos y eran más vulnerables al estrés postaborto (Broen et al, 2005).
Trastornos psiquiátricos graves como consecuencia del aborto
• Son menos frecuente los trastornos psicológicos graves después del aborto que después del parto (Brewer 1977; Gilchrist et al., 1995). Por ejemplo, se han informado índices de “psicosis posparto” que oscilan de 40 sobre 10,000 a 11 sobre 10,000 — es decir, de 0.4 a 0.11%. Según los informes, los índices de trastornos psicológicos graves después del aborto van de 18 sobre 10,000 a dos sobre 10,000 — es decir, de 0.18 a 0.02% (David et al., 1985; Gaynes et al., 2005; Robinson & Stewart, 1993).
• Los investigadores sugieren que los factores que pueden producir trastornos psicológicos graves después del aborto son:
o demora en realizar el aborto
o aborto por razones médicas o genéticas en embarazos planificados
o enfermedad psiquiátrica grave preexistente o concomitante
o conflicto interno acerca del aborto (Lazarus, 1985)
• Está comprobado que los índices de “psicosis posparto” disminuyen en las sociedades donde se ha legalizado el aborto (David et al., 1985).
Reacciones emocionales ante la situación de dar un hijo en adopción
• Las respuestas psicológicas al aborto son mucho menos graves que las que experimentan las mujeres que tienen un hijo no deseado y lo dan en adopción (Sachdev, 1993).
• Mientras que el aborto durante el primer trimestre de embarazo no afecta negativamente a casi ninguna mujer y casi todas las mujeres asimilan la experiencia entre seis meses y un año después del aborto (Sachdev, 1993), un estudio indica que el 95% de las madres que tuvieron a su hijo sienten dolor y pérdida después de haber firmado su consentimiento para darlo en adopción y dos tercios de estas mujeres siguen experimentando ese sentimiento de 5 a 15 años después del hecho (Sachdev, 1989).
• Las mujeres que dan su hijo en adopción corren el riesgo de congoja a largo plazo que puede tener repercusiones físicas, psicológicas y relacionales. Si bien esta respuesta es comparable a la de perder un hijo a causa de muerte, la respuesta de dolor postadopción por lo general es más sintomática y puede ser de naturaleza crónica (Askren & Bloom, 1999).
• De las mujeres embarazadas que consideraron distintas opciones antes de elegir el aborto, ninguna tuvo en cuenta la opción de tener el hijo y darlo en adopción. Casi todas estas mujeres creían que entregar a su hijo les causaría incluso mayor trauma emocional que el aborto. Creían que iban a desarrollar un apego emocional con el bebé lo cual iba a hacer extremadamente dolorosa la separación (Sachdev, 1993).
Reacciones emocionales relacionadas con dar a luz
Considerado un resultado directo de los cambios hormonales después del parto, la APA define la depresión postparto como un diagnóstico de depresión aguda, episodio maníaco o mixto de un trastorno bipolar grave, o un trastorno psicótico breve que ocurre en las cuatro semanas después del parto (APA, 1994; Munk-Olsen et al., 2006); Wisner et al., 2006). La depresión postparto puede tener efectos adversos en la relación madre-hijo y puede tener numerosos efectos negativos en el desarrollo del niño — principalmente subdesarrollo mental o motriz, baja autoestima y dificultades de conducta (Wisner et al., 2006).
Se estima que un 14.5 por ciento de las mujeres experimenta síntomas de depresión postparto y del 40 al 50 por ciento de los casos no son diagnosticados (Munk-Olsen, 2006; Wisner et al.,2006). La psicosis postparto — un trastorno mental más grave — afecta aproximadamente a 1.1–4.0 mujeres por cada 1,000 partos (Gaynes et al., 2005).
Las mujeres que tienen antecedentes de trastornos depresivos antes o durante el embarazo tienen un mayor riesgo después del nacimiento de su hijo (Cohen et al., 2006; Wisner et al., 2006).
Efectos negativos de la maternidad no deseada
• Un estudio reciente registra las consecuencias negativas de la maternidad no deseada tanto en la madre como en la familia (Barber et al., 1999). Las mujeres que tuvieron un hijo no deseado tienen relaciones de menor calidad con todos sus hijos, no sólo con el hijo resultante del embarazo no deseado. Estas relaciones de menor calidad se traducen en problemas de los hijos para socializar, lo cual afecta su desarrollo, autoestima, personalidad, logros educativos y profesionales, salud mental y relaciones matrimoniales (Barber et al., 1999; Myhrman et al., 1996).
• Las madres que tuvieron embarazos o hijos no deseados o no planificados son mucho más depresivas e infelices que las madres que no tuvieron embarazos o hijos no deseados o planificados (Hardee et al., 2003). Otras posibles consecuencias de la maternidad no deseada en la salud mental son, por ejemplo, menos cantidad de tiempo libre compartido con los hijos y más castigos físicos, como las palmadas.
• Los efectos negativos de la maternidad no deseada persisten a lo largo de la vida — las madres que tienen hijos no deseados no tienen relaciones muy buenas con sus hijos desde las etapas finales de la adolescencia hasta los comienzos de la adultez (Barber et al., 1999).
Cuando se niega la posibilidad de aborto
• La salud mental de las mujeres que enfrentan un embarazo no deseado está en mayor riesgo cuando están obligadas a tener el hijo que cuando tienen la posibilidad de elegir el aborto. De acuerdo con un estudio, el 34% de las mujeres a las cuales se les negó el aborto informaron de uno a tres años más tarde que el niño les resultaba una carga que muchas veces les molestaba (Dagg, 1991).
• Los hijos de mujeres a las que se les negó el aborto tienen más malformaciones genéticas que lo normal; tienen una infancia insegura, con la tensión de un posible divorcio; tienen un peor desempeño escolar; sufren más síntomas psicosomáticos; a menudo reciben ayuda de bienestar social y a menudo necesitan tratamiento psiquiátrico (Dagg, 1991; David, 1986).
• Un estudio en Suecia indicó que el 24% de las mujeres que solicitaron el aborto y les fue negado hace siete años, todavía no pudieron superarlo emocionalmente. El 53% había logrado asimilarlo pero con dificultad. Sólo el 23% logró superarlo sin ningún problema (Watters, 1980).
• Un estudio de 1981 indicó que menos de la mitad de las mujeres que eligieron interrumpir un embarazo declararon que no hubieran recurrido al aborto ilegal si ese hubiera sido su único recurso. El 58% de las mujeres no estaban seguras de lo que hubieran hecho en ese caso o declararon que hubieran recurrido al aborto ilegal si esa hubiera sido su única alternativa (Moseley et al., 1989).
Algunas variables preexistentes que determinan las consecuencias emocionales del aborto
• Las mujeres emocionalmente inestables con condiciones de vida inestables, como la de estar en conflicto con los padres, probablemente reaccionarán a un embarazo no deseado en forma perturbada — ya sea que tengan el hijo o no (Major et al., 1990; Major et al., 1992; Petersen, 1981; Russo & Denious; 2001, Russo & Zierk, 1992). En cambio, las mujeres que piensan que podrán sobrellevar el aborto, lo logran (Major et al., 1985; Major et al., 1990). En general, las mujeres con alto nivel de apoyo social, de la pareja y de los padres en sus decisiones sienten menos angustia o remordimiento por sus decisiones (David et al., 1985; Major et al., 1990; Zeanah et al., 1993).
• Las mujeres cuya pareja piensa que no podrá sobrellevar bien el aborto pueden sentirse más deprimidas, especialmente cuando ellas piensan que tampoco podrán afrontarlo, a diferencia de las mujeres cuya pareja tiene una actitud positiva respecto del aborto (Major et al., 1992).
• Según un estudio que analiza la información de la National Longitudinal Survey of Youth, la sensación de congoja que se siente después de un aborto no perdura durante mucho tiempo si la mujer tiene un alto nivel de autoestima o bienestar antes del embarazo (Edwards, 1997).
• Las adolescentes que sienten que han decidido recurrir al aborto sin ninguna presión de hacerlo por parte de sus padres u otras personas tienen menos probabilidades de reaccionar en forma adversa. Por el contrario, las mujeres que son persuadidas por su pareja a tener un aborto en contra de sus propios deseos sienten mucha más culpa (Adler et al., 2003; Dagg, 1991).
• Las mujeres que recurren al aborto a causa de condiciones genéticas, pueden tener consecuencias emocionales más graves y es posible que tengan más necesidad de recibir ayuda que las mujeres que decidieron abortar por razones socioeconómicas o psicológicas (Beesen et al., 1993; Dagg, 1991).
• Ni la raza ni la religión parecen afectar el bienestar de las mujeres que deciden abortar (Russo & Dabul, 1997).
Aborto y anticoncepción
• Las mujeres que recurren al aborto no lo consideran el método anticonceptivo más deseable sino que prefieren otros métodos (Henshaw & Silverman, 1988).
• Ciertos estudios han demostrado que mientras el 70% de las mujeres no usaban ningún método de control de la natalidad antes de su primer aborto, sólo el 9% no utilizó un método anticonceptivo después del aborto (Henshaw & Van Vort, 1990).
• Las adolescentes de Baltimore que recurrieron al aborto tuvieron menos probabilidades de quedar embarazadas durante los dos años siguientes que las adolescentes que tuvieron el hijo o que no quedaron embarazadas. También tuvieron levemente mayor tendencia a usar métodos anticonceptivos (Zabin et al., 1989).
Consecuencias del aborto en las relaciones sexuales y de otro tipo
Un estudio demuestra que ocho semanas después del aborto:
• el 70% de los sujetos del estudio mantenían la misma relación que antes del aborto; el 5% había formado una nueva relación y el 20% no tenía pareja sexual
• el 45% dijeron que los sentimientos hacia sus parejas no habían cambiado; el 39% se sentían más cercanas a sus parejas y el 16% se sentían alejadas de su pareja o tenían sentimientos cambiantes
• el 46% sentían que la calidad de la relación no se había modificado; el 16% sentían que la relación había mejorado y el 10% sentían que la relación se había deteriorado
• el 98% de las mujeres que estaban en pareja habían reanudado las relaciones sexuales
(Ashton, 1980)
El llamado “síndrome postaborto”
Una pequeña cantidad de estudios, basados principalmente en evidencia anecdótica, dicen documentar la incidencia del “síndrome postaborto” (SPA). Los síntomas de esta supuesta condición son, entre otros, sensaciones de dolor, depresión, enojo, culpa e incomodidad con los niños pequeños y las mujeres embarazadas. Entre las presuntas manifestaciones del comportamiento se incluyen llanto frecuente, revivir escenas pasadas o flashbacks, inhibición sexual y abuso del alcohol (Speckhard, 1985).
A pesar de que sólo una pequeña minoría de mujeres informan consecuencias emocionales negativas graves después del aborto, la idea de que el aborto tiene consecuencias negativas graves sigue siendo difundida por los opositores del aborto (Boyle, 1997; Russo & Denious, 2001). La verdad es que los grupos antiaborto han inventado esta condición para favorecer su causa. La APA no reconoce el “síndrome postaborto” (1994) y todos los estudios que pretenden probar su existencia contienen errores que hacen que las conclusiones no sean aplicables más allá de los sujetos del estudio. El error más grande que cometen todos estos estudios es que reclutaron solamente mujeres que ya habían manifestado tener problemas con el aborto. Por ejemplo:
• En su tesis doctoral, “Los apectos psicosociales del estrés posterior al aborto”, Anne Catherine Speckhard describe la forma en que “el aborto funciona como factor estresante” (Speckhard, 1985). No obstante, sacó sus conclusiones a partir de un grupo de 30 mujeres que habían “tenido abortos con un alto nivel de estrés” (Speckhard, 1985). Como resultado, en su correspondencia con su asesor doctoral, que no está publicada, éste aclaró que las conclusiones de Speckhard “son aplicables únicamente a las 30 mujeres que participaron voluntariamente en su estudio y absolutamente a nadie más” (Boss, 1986). De hecho, hay muy poca evidencia que pruebe que el aborto acarrea secuelas psicológicas graves en las mujeres en general. La Asociación Norteamericana de Psicólogos reunió un panel de expertos para examinar la evidencia de los riesgos psicológicos del aborto. El panel llegó a la conclusión de que “el peso de la evidencia de los estudios científicos indica que el aborto legal de un embarazo no deseado durante el primer trimestre de embarazo no representa un riesgo psicológico para la mayoría de las mujeres” (Beckman, 1998).
• David Reardon, en su encuesta a mujeres que habían tenido un aborto, halló que el 94% de las entrevistadas habían tenido consecuencias psicológicas negativas (Reardon, 1987). Pero no se había basado en una fuente objetiva, ya que las mujeres entrevistadas provenían de un grupo de oposición a la libertad de elección llamado Mujeres Explotadas por el Aborto (WEBA, por sus siglas en inglés).
• Para demostrar que las adolescentes sufren más consecuencias psicológicas después del aborto que las mujeres adultas, Wanda Franz y David Reardon estudiaron los datos de “un sondeo de organizaciones [del estilo de WEBA] de apoyo para mujeres que han tenido reacciones negativas al aborto” (Franz & Reardon, 1992). Como resultado, sacaron conclusiones generalizadas acerca de las consecuencias del aborto en las adolescentes, a pesar de que los datos fueron tomados de un grupo no representativo y altamente parcializado. De hecho, un reciente estudio de mujeres jóvenes determinó que no existe evidencia de que el aborto represente una amenaza para el bienestar psicológico de las adolescentes (Pope, 2001).
• En un artículo inédito pero de amplia difusión, Terry Selby limita su análisis del “trauma postaborto” a “una población de mujeres que han recurrido a servicios de salud mental con una variedad de problemas psicológicos y psicosociales” (Selby, 1984).
• En 1987, el ex Director General de Salud C. Everett Koop recibió un documento que describía el “problema” del síndrome postaborto. En este documento, los autores admiten que “los riesgos psicológicos del aborto se basan mayormente en estudios que trabajaron con muestras pequeñas, sin control y no representativas” y “no pueden predecir los índices nacionales” (Rue et al., 1987).
En julio de 1987, el presidente Ronald Reagan, quien se oponía a la libertad de elección, le ordenó al Director General de Salud C. Everett Koop, también en contra de la libertad de elección, realizar un informe acerca de los efectos del aborto inducido en la salud. A pesar de que la versión preliminar de dicho informe reconoce que el aborto inducido es seguro desde el punto de vista médico, la misma manifiesta que no se cuenta con evidencia suficiente para determinar las consecuencias psicológicas del aborto (Koop, 1987). Esta conclusión pasa por alto un enorme conjunto de pruebas — más de 250 estudios científicos — que desmienten la existencia del síndrome postaborto (Tyrer & Grimes, 1989). Además, en reuniones privadas en 1988, Koop les dijo a los representantes de varias organizaciones en contra de la libertad de elección, que el riesgo de padecer problemas psicológicos importantes después de un aborto era "minúsculo" desde el punto de vista de la salud pública (House Committee on Government Operations, 1989). En un principio, Koop no publicó su estudio, aparentemente porque el mismo no apoyaba la posición antiaborto (Arthur, 1997). El informe se publicó finalmente el 16 de marzo de 1989.
Conclusiones generales de los expertos de salud
En 1989, la Asociación Norteamericana de Psicólogos reunió un panel de expertos que llegó a la conclusión unánime de que el aborto legal "no representa un riesgo psicológico para la mayoría de las mujeres que recurren a él". El panel observó que, dado que aproximadamente el 21% de las mujeres norteamericanas tuvo un aborto, si el mismo provocara reacciones emocionales graves habría una epidemia de mujeres en busca de tratamiento psicológico. No hay indicios de semejante epidemia (Adler, 1989). Este punto de vista no ha cambiado significativamente desde 1989.
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