6 de julio de 2008

Enseñar a leer desde pequeños - Desarrollo del Niño - Embarazos Multiples

Embarazos Multiples
Desarrollo del Niño

Enseñar a leer desde pequeños

El desarrollo de un niño desde que nace y hasta los 5 años es espectacular en todos los aspectos: fisiológico, intelectual, psicomotriz, social, etc.La evolución lingüística también lo es, sobre los 10 meses aparece la primera palabra, a los 2 años utiliza unas 300 y a los 3, casi mil.El lenguaje le acompaña en cualquier actividad, es la base de la comunicación social y contribuye a formar el pensamiento.Al igual que el niño entiende el lenguaje antes de estar en condiciones de utilizar la palabra, puede también, incluso, entender el lenguaje escrito antes de poder hablarlo.

Hemos de decir que cuanto más pequeño es un niño, mayor capacidad de absorber información tiene, y cuanta más información se le da, más retiene. Tiene una gran energía y unos enormes deseos de aprender. Y no nos olvidemos de algo muy importante, la afectividad, un niño querido y aceptado se desarrolla mucho mejor que uno que no lo es. La imagen que el niño tenga de sí mismo es fundamental y los éxitos acrecientan una buena autoimagen, y ésta a su vez contribuye a asegurar el éxito, hemos de intentar que el niño tenga una imagen positiva de sí mismo, pero al mismo tiempo es bueno que cometa errores y se enfrente a las consecuencias.

¿Por qué la lectura? Porque es la base de todo el aprendizaje, porque es un juego que al niño le va a gustar, porque el niño está descubriendo el lenguaje, y de la misma manera que le enseñamos la lengua materna o, incluso, 2 ó más a la vez, podemos enseñarle a leer de forma natural, comenzando por lo conocido y concreto, progresar a lo nuevo y desconocido y por fin llegar a lo abstracto.

¿Es un juego? Sí, la lectura hay que presentarla como un juego en el que, incluso, tendremos que escenificar, no debemos aburrirle jamás, antes de que esto ocurra debemos cambiar de actividad. Hemos de enfocarlo con alegría, leer es divertido.

¿A qué edad? Se puede enseñar a leer a un bebé desde que tiene pocos meses de vida. Yo comencé un poco más tarde, cuando tenían dos años, y antes de cumplir los cuatro ya sabían leer.

Método. De la misma forma que enseñamos el lenguaje oral: palabras-frases-alfabeto.

Tiempo. Las sesiones serán de unos minutos, al principio, 3 veces al día. Debemos empezar a una hora del día en que el niño esté descansado y de buen humor y evitaremos distracciones. Presentaremos la palabra y le diremos: ” aquí dice….” sólo durante 10 segundos, jugaremos con él durante unos minutos a otra cosa y se la volveremos a presentar.

Materiales. Cartulinas, folios, rotuladores gruesos rojo y negro, regla, tijeras, etiquetas adhesivas, panel de fieltro, libros con poco texto y grandes caracteres, ordenadores o máquinas de escribir.

Errores más comunes. Habitualmente, los padres interrogan a los niños sobre las palabras. Preguntas tales como: “-aquí que pone?, -sabes qué dice aquí?, lee lo que pone en esta tarjeta, etc. así como hacer que lea delante de terceras personas; todas éstas son actividades contraproducentes porque ponemos al niño ante una situación de posible fracaso y nos exponemos a que en la sesión siguiente el niño se niegue a participar de la lectura con nosotros.

Es mucho más efectivo poner dos palabras en el suelo después de que ya las haya visto varias veces, y pedirle que nos dé la que nombremos, o jugar a emparejar nombres y adjetivos o nombres y acciones, incluso representar con él la acción que las palabras describen, de tal manera que podamos percibir el nivel de reconocimiento alcanzado .

Podemos comprobar también si reconoce la palabra tal como se explica más arriba: mostramos un bit, decimos: “aquí pone…” y haciendo un breve silencio, esperamos para ver si el niño dice la palabra. Si lo hace le felicitamos efusivamente y si no, decimos nosotros la palabra y continuamos con la sesión.

En ningún momento debemos sentirnos frustrados o fracasados si el niño no reconoce las palabras. Cada criatura tiene un ritmo propio de aprendizaje y, aún en el peor de los casos en que no consiguiéramos enseñarle a leer, debemos valorar como óptimos los momentos pasados juntos. El trabajo que hayamos hecho con él de ningún modo caerá en saco roto. Probablemente nuestro hijo será de los que primero lean en la escuela si no lo ha hecho con nosotros.

Recordemos que la lectura ha de ser un juego, una diversión, una actividad que nos involucra a todos y que nos enriquece como familia, sólo así transmitiremos a nuestros hijos el amor a los libros y a lo que nos enseñan.

Inicio. Conviene empezar cuanto antes, a ser posible en la habitación misma de la clínica de maternidad, ya que es aconsejable que el futuro lector esté desde que nace rodeado de palabras. No importa que, en esos primeros momentos, no las pueda entender, con tal de que formen parte de ese mundo de onomatopeyas, exclamaciones y susurros que le une a su madre y que tiene que ver con la dicha. Poco a poco irá descubriendo que las palabras, como el canto de los pájaros o las llamadas del celo de los animales, no son sólo manifestación de existencia sino que nos permiten relacionarnos con lo ausente. Así, muy pronto, si su madre no está a su lado echará mano de ellas para recuperarla en su pensamiento, o si vive en un pueblo rodeado de montañas les pedirá que le digan cómo es el mundo que le aguarda más allá de esas montañas y del que no sabe nada.

Jardín secreto. Pero los libros son como aquel jardín secreto del que hablara F. H. Burnett en su célebre novela homónima: No basta con saber que estan ahí, sino que hay que encontrar la puerta que nos permite entrar en su interior. Y la llave que abre esa puerta nos tiene que ser entregada azarosamente por alguien. En la novela de F.H. Burnett es un petirrojo quien lo hace, y gracias a ello la niña puede visitar el jardín escondido. El que ese petirrojo tarde en presentarse no quiere decir que no vaya a hacerlo nunca, pero incluso si así fuera tampoco se alarme demasiado, ni por supuesto llegue a pensar que su hijito es un caso perdido.

Piense que la lectura no siempre nos hace más sabios, ni más inteligentes, ni siquiera más buenos o compasivos, y que bien pudiera ser que ese niño que adora fuera como los bosquimanos, que tampoco leyeron una sola línea y eso no les impidió concebir algunos de los cuentos más hermosos que se han escuchado jamás. No olvide, en definitiva, que el cuento más necesario, y por el que seremos juzgados, es el que contamos sin darnos cuenta con nuestra vida.

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